¿Quién tiene razón?

(Hijos, abuelos, padres)

 

 

Siempre con referencia a las relaciones entre nietos y abuelos, la madre de un varón de siete años, hijo único a causa de la salud del padre, le escribe a usted una carta. El hijo no presenta problemas; la pareja misma es feliz, y la familia muy unida. El único punto oscuro consiste en que al hijo no le gusta ir a la casa de sus abuelos maternos que conciben la educación, según escribe la madre, como una operación de doma. Ella y su marido son completamente contrarios a ese método y apoyan a su hijo frente a los abuelos que, por supuesto, no están contentos. Ahora bien, esos abuelos, han pedido que les envíen al chico para pasar con ellos las próximas vacaciones. La madre pidió al hijo su opinión. Primero dijo que no iría y luego: “Bueno, si a ellos les complace, iré, pero de mala gana”. La madre termina diciendo: “Tengo la impresión de que mis padres no saben ser abuelos de esos a cuya casa les gusta ir a los niños. Pero ¿cómo hacérselo comprender? ¿Hemos estado acertados al pedir a nuestro hijo su opinión?”

 

Los niños son muy sensibles a la circunstancia de que los padres critiquen a una familia que los recibe, especialmente si se trata de la familia materna o paterna. Un niño se hace eco de lo que sienten el padre o la madre.

 

Para un niño muy pequeño tal vez sea molesto verse educado de una manera contradictoria, es decir, durante las vacaciones o fines de semana, por una abuela y el resto del tiempo por sus padres. Pero esto no tiene la menor importancia en el caso de un niño que ya pasó los tres años. Por el contrario, se le puede decir: “Como ves, en casa de tu abuelo y tu abuela, las cosas son diferentes. Se trata de otra generación. Si vas a su casa, los que mandan son ellos, no nosotros. Tienen su propia manera de educar a los niños. Por lo demás, así me educaron a mí. Y si los amas mucho, llegarás a comprenderlos”.

 

A partir de los tres años, los niños a quienes se les habla de esta manera estarán siempre contentos de visitar a sus abuelos –a menos que estos no sean realmente personas sádicas, o verdugos o personas deprimidas, por supuesto- o a gentes que están en edad de ser abuelos; pues los niños tienen necesidad de personas que pertenezcan a la generación anterior a la de sus padres. Les gusta oír hablar de la manera en que sus padres fueron educados. Esto les da, sobre todo cuando esa manera es muy diferente, una posibilidad de distancia respecto del modo en que ellos mismos son educados en la casa. También les permite comprender a los compañeritos cuyos pares obran de modo diferente del de los suyos, de los cual los pequeños se dan perfecta cuenta, aunque sea sólo al salir del colegio.

 

Ahora bien, cuando padres y abuelos están juntos y se plantean un problema sobre el niño, en lugar de disputar para saber quien tiene razón -cuando los padres quieren obrar de una manera y los abuelos de otra- hay algo que se puede hacer para ayudar al niño: si los abuelos son demasiado tolerantes en comparación con la educación de los padres, que la madre o el padre (mejor la madre cuando se trata de sus propios padres y mejor el padre cuando se trata de los suyos) diga al hijo: “Tienes mucha suerte de que tus abuelos estén hoy aquí. Aprovecha la ocasión…Lo paso porque quiero a mi padre (o a mi madre) y no deseo contrariarlo”. Si por el contrario los abuelos son mucho más severos que los padres, se le dirá al niño: “Ya ves de vez en cuando lo que significa ser educado con severidad. Tal vez tus abuelos tengan razón. Yo hago lo que me parece mejor y ellos hacen lo mismo. Pero todos te queremos. Todos deseamos que llegues a ser un muchacho (o una muchacha) excelente, tanto ellos como nosotros. Pero, como ves, nosotros lo entendemos de otra manera. A ti te corresponde llegar a ser alguien”.

 

Para volver a nuestra carta, creo que estos padres tuvieron razón al pedir la opinión de su hijo. Que el niño vaya pues a la casa de sus abuelos maternos puesto que lo ha dicho. Y sobre todo que no hagan un drama si ello lo fastidia terriblemente. Nada de: “Pobre querido mío, vamos a consolarte”. No. El niño tiene abuelos, que son su linaje. Y en un linaje cada cual tiene su carácter. La madre concibe la educación de manera diferente de la abuela. Y este chico a su vez educará a sus hijos de manera diferente.